domingo, 27 de septiembre de 2009

Individualismo vs. Colectivismo



En épocas de severa crisis social, tratamos que nuestras acciones y pensamientos converjan hacia un mejoramiento de la situación. Sin embargo, no es fácil ponerse de acuerdo respecto de las decisiones a adoptar. Y ello se debe principalmente a la posibilidad de que las ideas y creencias predominantes no sean compatibles con el mundo real. Es decir, un sector de la sociedad podrá estar más cerca de la verdad que otro, pero esa diferencia existente, en cuanto a la veracidad de la información disponible, impedirá que la sociedad avance hacia metas comunes. Por ello es imperioso encontrar puntos de vistas compatibles con la realidad aunque difieran parcialmente.

Si bien existe una gran variedad de posturas filosóficas, que llevan a distintas actitudes respecto de las decisiones políticas y económicas que debería adoptar la sociedad, podemos distinguir dos casos extremos, que admiten una transición gradual entre los mismos. Y ellas serán las tendencias hacia el logro de la libertad, en un caso, o bien de la igualdad, en el otro caso, como aspectos prioritarios de la búsqueda.

El logro prioritario de la libertad dará como resultado un sistema económico de tipo capitalista en el que predominará la figura del empresario. La tendencia a la acción individual llevará a la ausencia de igualdad aunque se lograrán buenos resultados económicos. Se supone que, a mayor cantidad de intercambios, mayor progreso, ya que ambas partes se benefician. Se dice que se logra la desigualdad en la riqueza.

El logro prioritario de la igualdad dará como resultado un sistema económico de tipo socialista en el que predominará la figura del Estado. La gran concentración de poder, derivada de la eliminación de la propiedad privada de los medios de producción, llevará a la carencia de libertad sin que tampoco se logren adecuados resultados económicos. Se supone que, a mayor cantidad de intercambios, mayor explotación, ya que, lo que uno gana, el otro lo pierde. Se dice que se logra la igualdad en la pobreza.

Si bien la búsqueda de la libertad o de la igualdad no es algo criticable (excepto que sean exclusivas en lugar de prioritarias), lo mejor será buscar una tercera posición; la que ha de buscar ambos aspectos en forma equilibrada. Una de estas propuestas, que logró muy buenos resultados, es la Economía Social de Mercado, que hizo resurgir a la devastada Alemania luego de la Segunda Guerra Mundial.

Mientras que, por una parte, se hablaba del “milagro alemán”, asociado a la Alemania Occidental, también se observaba la “muralla de Berlín”, uno de los límites de la Alemania Oriental (hoy ambas unidas). En estos casos pudo observarse claramente las ventajas de la Economía Social de Mercado sobre la economía socialista. Sin embargo, todavía encontramos, en los países subdesarrollados, una mayoría de habitantes que está convencida que resulta conveniente adoptar el sistema económico que produjo el rotundo fracaso. Pero tal fracaso no significó simplemente lograr un nivel material de vida inferior al que se hubiese podido alcanzar con el otro sistema, sino por el encarcelamiento concreto al que quedó sometida la mayor parte de la población.

Estos casos no son sólo el resultado de distintos sistemas económicos de producción y de distribución, sino que reflejan dos concepciones distintas acerca de lo que la sociedad debería ser: en un caso la búsqueda prioritaria del éxito individual, sin que necesariamente exista un desinterés por lo social. De ahí que debamos distinguir entre individualismo y egoísmo, ya que son actitudes diferentes. En el otro caso tenemos la búsqueda prioritaria del éxito colectivo, o social, con un desinterés evidente por el individuo, que se convierte en un ser que vive para sacrificarse por la sociedad y por el Estado.

Si bien en el ámbito de las ideas no resultan evidentes las ventajas o las desventajas de una u otra postura, debemos tener presente las ocasiones en que estos extremos se pusieron a prueba. Es hora de adoptar el criterio de la ciencia experimental y tener en cuenta los casos concretos, en lugar de tratar de imponer criterios por el simple método del debate y el consenso, que es el procedimiento de los antiguos sofistas griegos. Justamente, una de las causas que llevan al predominio de la influencia de los que promueven el fracaso, es la habilidad que poseen para difundir descalificaciones sobre la postura rival, a la vez que imparten visiones de la sociedad bastante alejadas de la realidad.

Las posturas colectivistas (fascismo, nazismo, comunismo) concentran las decisiones económicas en el Estado. Luego, amplían el poder político hasta llegar, a veces, a concentrarlo en una sola persona. Una vez que se ha logrado la tan ansiada “igualdad”, en el caso del socialismo, o el gobierno de “la raza superior”, en el caso del nazismo, o “de los mejores” en el caso del fascismo, entonces ya no hay necesidad de que existan otros partidos políticos, por lo cual se los suprime, y en adelante serán considerados como los “enemigos” del Estado, de la Patria y del Pueblo.

Es oportuno hacer notar que la Economía Social de Mercado propone una fuerte participación estatal, pero sin limitar la libertad empresarial y económica. El Estado se encarga de compensar económicamente a quien se ve impedido a trabajar con un adecuado nivel de productividad. Esto contrasta notablemente con la actitud de gobernantes socialistas que prohíben e impiden tanto la actividad económica individual, fuera del Estado, como la posibilidad de un crecimiento económico personal. Se trata de proteger eficazmente al que posee el grave defecto de la envidia, incluso pareciera que esa fuera la finalidad de la sociedad igualitaria.

Los habitantes de los países desarrollados, en general, muestran un mejor nivel de adaptación a la ética natural. También esas sociedades aceptan de buen grado a las leyes y reglas de la economía de mercado, proceso que surge de la libre acción de los individuos que realizan intercambios posteriores a la especialización del trabajo. (Aunque la tendencia a la especulación financiera todavía tiene una fuerte incidencia en la economía, y ha sido la principal causa de la última gran crisis mundial). Por el contrario, los habitantes de los países subdesarrollados tienden a no respetar las normas éticas elementales y a rechazar la economía de mercado, por cuanto prefieren cederle la responsabilidad que derivaría de sus propias decisiones al gobernante a cargo del Estado, siendo esta actitud un simple intercambio de protección por libertad.

En el proceso del mercado, las empresas concurren al mismo y cubren un porcentaje de la producción, para un producto en particular. Algunas de ellas, para aumentar sus ventas, producen innovaciones en sus productos y tienden a desplazar a las empresas menos eficaces. De ahí que este proceso sea una “destrucción constructiva”, siendo el consumidor el que elige un producto antes que otro y es el que dictamina cuáles serán las empresas ganadoras y cuáles las perdedoras.

En los países en que predominan gobiernos de tipo fascista, es el Estado, asociado con sindicalistas y empresarios poco eficaces, quienes se agrupan para determinar cuáles empresas serán las ganadoras y cuáles las perdedoras, desplazando o evitando la elección por parte de los consumidores. En los Estados socialistas no se admite ninguna decisión del consumidor ya que es el Estado quien planifica lo que se ha de consumir, tanto en cantidad como en calidad. Al no existir el libre mercado, existe una muy débil tendencia a la innovación y a la mejora, por lo que la economía tiende a funcionar con un reducido nivel de productividad.

Mientras que en los países desarrollados se considera al empresario como un valuarte de la sociedad; ya que es quien da trabajo a muchas personas, favoreciendo la producción y la creación de riquezas, para la mentalidad colectivista se trata de un “explotador”, que necesariamente es “egoísta”, porque produce “desigualdad social” y que por ello mismo promueve la violencia social. De ahí la pobre valoración del empresario en los países subdesarrollados; lo que no resulta extraño dados los mediocres resultados de la producción.

Debido a la siempre presente posibilidad de que quienes asuman la dirección del Estado adopten posturas tiránicas, la Constitución tratará de impedirlo dividiendo el poder en tres partes, como son el poder Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial. Sin embargo, en algunos países también se consideran “gobiernos democráticos” a los que sólo acatan la ley electoral, ignorando abiertamente las demás leyes una vez que acceden al poder. En lugar de la antigua forma de conquistar el Estado a través de revoluciones violentas, los partidarios del colectivismo fingen ser democráticos para acceder al poder por medios pacíficos.

Debemos tener presentes a quienes han sido los enemigos acérrimos y principales difamadores del liberalismo, es decir, Hitler, Stalin, Lenin, Marx, Mao Tse Tung, Mussolini, etc. Puede observarse que tales personajes son precisamente quienes favorecieron o produjeron las más grandes catástrofes sociales ocurridas en la historia de la humanidad. De ahí que la continua y permanente difamación del liberalismo deberá tomarse como una forma de elogio, por cuanto deben considerarse los antecedentes de quienes proviene tal actitud. Marco Tulio Cicerón expresó: “Tanto vale ser alabado por los buenos como vituperado por los malos”.

En los países subdesarrollados, en donde predomina la corrupción, generalmente se busca justificar errores culpando a los países poderosos por todos sus males. Uno de estos justificativos está resumido en la “teoría de la dependencia”, por la cual se atribuye el éxito de los países desarrollados a la extracción de capitales, riquezas y trabajadores especializados que provienen de los países subdesarrollados. Esta dependencia económica es real, ya que, al existir gobiernos de tipo fascista o socialista en un país, habrá poca seguridad para el inversor o la empresa, por lo que los capitales irán a parar a los países que brindan mayores garantías y mayor respeto a la propiedad privada. Esta situación hace que la globalización económica no pueda favorecer a todos los países, sino sólo a aquellos que adoptaron sistemas legales y políticos compatibles con el mercado y la democracia plena.

Se espera que, tanto la libertad económica como la democracia, algún día sean aceptadas en los países subdesarrollados para comenzar a salir de la prolongada crisis que incluso tiende a profundizarse. La mayor parte de los países del mundo se ha dado cuenta que el mercado y la democracia plena son los que mejores resultados producen, a pesar de que al primero se lo haya descalificado constantemente y a la segunda se la haya distorsionado de diversas formas.

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jueves, 13 de agosto de 2009

Libertaristas e igualitaristas

Por Enrique Cantilla Bernal

En general, se considera egoísta al sujeto cuyo sentido de solidaridad personal se dirige más hacia sí mismo que hacia el prójimo, cuya vocación estriba en vivir una vida cómoda y abundante y como consecuencia, se dedica a actividades productoras de retornos en exceso suficientes para conseguir sus propósitos. Esta es la posición de los libertaristas. En cambio, son tenidos por altruistas aquellos cuya solidaridad está más inclinada hacia el prójimo, a fin de que éste obtenga las satisfacciones de la vida disfrutadas por los miembros más favorecidos de la sociedad. Estos son los igualitaristas. Ya Platón identificó altruismo con colectivismo y egoísmo con individualismo.

Los libertaristas emocionan y piensan que cada ser humano es dueño de su propio destino, se labra su propia situación y debe tomar los riesgos de su posible fracaso personal como precio, condición o legitimación de su éxito. Estas creencias motivan una suma de esfuerzos realizados en bien propio y en el de quienes le rodean, con escasa consideración por la suerte corrida por los demás. Son partidarios de la libertad como ausencia de coacción, de la competencia, la iniciativa y la aventura e inclinados hacia el individualismo y el pluralismo como bases de la sociedad. La igualdad es considerada “de oportunidades” y no de resultados o de satisfacciones. Son derechistas en política y libre mercadistas en economía. Miran el mundo principalmente desde el sistema económico y, preocupados por su evolución, desarrollo y crecimiento, rara vez mencionan los “fines” a los cuales creen necesario destinar los logros propugnados.

Se percibe en ellos la convicción de que todos los seres humanos podrían, si quisieran, ser como ellos son, han sido o pretenden llegar a ser. Todas estas manifestaciones o preferencias son asumidas como metas individuales de vida, pero no como proyectos sociales que valgan la pena propagar, difundir, predicar o pueda ponerse en ellos, la fe personal, transformándolos en causas o ideales por los cuales luchar o dedicar la vida. Los libertaristas dan la sensación de reconocer en el sistema económico un fin en sí mismo, debido, muy probablemente, al efecto de sentir la libertad o independencia individual como la soberana posibilidad que cada persona posee para establecer en forma independiente su propio proyecto, incluyendo la de no establecer ninguno. Los libertaristas son claros individualistas y permanentemente han constituido una minoría en nuestros países.

Por el contrario, los igualitaristas emocionan y piensan que cada ser humano comparte un destino común, que su situación es función de la comunidad a la cual pertenece y que es necesario tratar de obtener cierto grado de seguridad para todos. Así, se podrá reducir al mínimo los fracasos personales para conquistar y disfrutar los éxitos por el conjunto de los miembros de la sociedad. Estas creencias dirigen la suma de los esfuerzos en pro de la comunidad y no del individuo, teniendo en alta consideración la suerte de todos sus miembros en cuanto conjunto. Son partidarios de la igualdad, la seguridad y la fraternidad y creen que las bases de la sociedad están constituidas por la unidad, el comunitarismo o el colectivismo. Aspiran a la igualdad de satisfacciones y no de meras oportunidades y postulan simultáneamente libertad política y seguridad económica.

Políticamente son de izquierda. En economía, se inclinan al proteccionismo, el estatismo y el dirigismo. Ven el mundo principalmente desde el sistema ético y por lo tanto, su discurso está casi siempre y casi totalmente orientado hacia la búsqueda de la justicia social y distributiva, a partir de las normas morales de su propia y personal cosmovisión. Ven al individuo como un sujeto de derechos más que de obligaciones, a quien la sociedad debe proteger y guiar a fin de proporcionar a todos una vida más segura y de menores peligros, aun a riesgo de no lograr toda la abundancia que fuera de desear. Aspiran a un ambiente de la mayor igualdad posible, para ofrecer a todos sus congéneres la posibilidad de poseer los mínimos indispensables para una existencia decorosa y segura. La nobleza, altruismo y generosidad de la posición, especialmente al postularla para los desposeídos y desamparados, produce no poca arrogancia en sus exigencias.

Buscan la igualdad de oportunidades en el discurso explícito, que en general oculta el deseo implícito de igualdad de resultados o satisfacciones. Para ellos, el sistema económico no es preponderante, porque parecen tener la convicción de que debe estar al servicio del Estado, a fin de proporcionarle medios económicos, financieros y materiales para atender todas las necesidades sociales. Siendo ésta la función de la economía, el propio Estado, primer interesado en obtener esos recursos, debe transformarse en empresario para trabajar en beneficio de todos los miembros de la sociedad. En forma voluntarista y desde el señorialismo de la cultura, le han transpasado la obligación de tomar las iniciativas y asumir las responsabilidades.

El Estado, representante de toda la comunidad, debe dirigir los esfuerzos del sistema económico y distribuir su producto paternal y equitativamente. Creen además que es cuestión de buena voluntad de quienes lo dirigen, aceptar la distribución de mayor cantidad de la abundancia ya existente, en condiciones de mayor equidad. Las remuneraciones pueden elevarse, creen, a partir de consideraciones morales y la carga impositiva de los agentes económicos más pudientes, aumentarse por razones éticas y de justicia social. Si el Estado fracasa en la conducción económica, ningún igualitarista cree tener responsabilidad personal: “sienten” más que “piensan” en la existencia de factores externos a él, determinantes de su fracaso, en ocasiones atribuibles a propósitos aviesos de fuerzas adversas, oscuras o fatales. Los igualitaristas son claramente señorialistas y paternalistas. Ello explica la manutención de la tradición medieval de nuestros países, a pesar de que el poder político haya pasado de las aristocracias a las mesocracias.

Los igualitaristas suelen carecer de preocupación por el buen funcionamiento de la economía. Algunos se han renovado, es decir, han reconocido desde su racionalidad, pero en general, no desde su emocionalidad, la necesidad de aplicar las reglas del libre mercado al sistema económico, porque la fuerza de la evidencia empírica ha demostrado desde hace años que la aplicación del paradigma igualitarista a este sistema produce resultados adversos. Sin embargo, y a pesar de todo, su emocionalidad igualitarista sigue inclinada hacia la seguridad, el estatismo y el dirigismo. Para ellos, la riqueza no se crea: existe. La fuerza del discurso aumenta por la arrogancia generalmente asociada a quienes se sienten poseedores de la verdad y luchan por derechos ajenos. Es un reduccionismo ver la sociedad casi exclusivamente desde el sistema ético.

Pero los libertaristas sufren de otro reduccionismo: el económico. Parecen “sentir” al sistema económico como un fin en sí mismo. Su desarrollo y crecimiento, creen, será la solución de todos los problemas de bien común y búsqueda de justicia distributiva. La sociedad será feliz cuando la mano invisible del mercado se encargue de mejorar la suerte de todos los pobres, desamparados y desposeídos, derramando sobre ellos los beneficios de la prosperidad que ha comenzado por las cimas, por efecto de la libertad de emprendimiento que debería imperar como paradigma básico. Partidarios del mercado, no pueden comprender cómo sus oponentes no se percatan de la fuerza indiscutible de sus argumentos, apoyados como están por la evidencia empírica de los países desarrollados.

Los tipos ideales a que se ha hecho referencia nunca se encuentran puros en la vida real. Todos los hombres son una mezcla de ambos en distintas proporciones y diversos grados. Pero, sin duda, el primero de los tipos mencionados (libertaristas) supone un compromiso activo entre el discurso personal y la acción. En cambio, el segundo no lo tiene, porque su actitud es más de denuncia y reclamo que de acción concreta. Y hasta puede soslayar esa exigencia de coherencia, las más de las veces hasta con elegancia: basta con intensificar la denuncia elevando la mira del sueño sugerido por el discurso.

(Fragmentos del libro “La cruz de nuestra modernidad” de Enrique Cantilla Bernal – Emérida Ediciones – 1993 Santiago, Chile)

miércoles, 18 de febrero de 2009

Socialismo

MERCADO, CAPITALISMO Y SOCIALISMO

Es conveniente establecer una síntesis respecto del capitalismo y de sus posibles distorsiones, por cuanto existen diferencias notables entre ellos. En primer lugar tenemos la economía de mercado, que vendría a ser el modelo ideal al cual debería orientarse toda sociedad por cuanto es el que mejores resultados ha dado, en todos los aspectos posibles:

Economía de mercado = Trabajo + Ahorro Productivo + Ética natural.

Si bien la predisposición al trabajo y al ahorro ya implica una base ética elemental, debe buscarse, además, un beneficio simultáneo entre todas las partes intervinientes en procesos de tipo productivo, comercial y, en general, económico.

Empresarios, accionistas, empleados y clientes son las partes que intervienen en estos procesos y deben buscarse las condiciones que sean favorables a todos ellos en forma simultánea.

Una de las distorsiones posibles es el “capitalismo empresarial”, el cual ocurre cuando el empresario tiene como objetivo la optimización de sus propias ganancias considerando con poco o ningún interés los beneficios para los demás sectores de la economía:

Capitalismo empresarial (Optimización de ganancias a partir de la producción)

Una variante aparecida recientemente es la del “capitalismo financiero”, que poco tiene que ver con la producción ya que sólo busca ganancias a través de la compra y de la venta de acciones y títulos. Es posible que esta práctica sea el principal factor que favorece la aparición de las crisis financieras, como la del 2008.

Si bien no existe una línea netamente marcada que separa inversión de especulación, se estima que la venta de una acción unas cien veces por año implica inversión, mientras que si se vende una cien veces por semana, es especulación.

Capitalismo financiero (Optimización de ganancias a partir de la especulación)

Finalmente tenemos el ya conocido “capitalismo estatal” en el cual, mediante la expropiación de los medios de producción, se establece un monopolio estatal que reemplaza al mercado por la planificación, llevada a cabo por un reducido número de dirigentes políticos.

Capitalismo estatal (Monopolio y poder absoluto del Estado)

Muchas veces se ha dicho que el “socialismo” nunca se aplicó en la URSS ni en cualquier otro lugar. Esto se explica porque en los escritos de Marx se sugiere, luego de la revolución o guerra civil, la expropiación de los medios de producción. Una vez establecido el capitalismo estatal, vendría (en teoría) la etapa del socialismo (o comunismo) con la “desaparición del Estado”. Esta transición es muy difícil de imaginar, porque la propiedad es del Estado o es privada o es mixta. De ahí que nunca se llegó al socialismo por cuanto no es posible su existencia real, y es sólo una sociedad utópica imaginada por Marx.

Todavía hay intelectuales que siguen considerando al socialismo como una gran meta o una gran idea. Quizás la única explicación de esta actitud sea la de una profunda creencia, de tipo religioso, que profesan los seguidores de Marx, o bien se explica por la existencia de quienes encuentran en sus escritos una ideología que les permitirá tomar el poder absoluto estableciendo una sociedad totalitaria de la cual ya hemos tenido muchos ejemplos.



LO QUE SIGUE EN VENEZUELA

Una vez que Chávez reconoció su simpatía por Fidel Castro y el Che Guevara, no es muy difícil predecir hacia donde se dirige Venezuela, es decir, hacia el capitalismo estatal. Lenin expresó en su último discurso: “El capitalismo de Estado es el capitalismo que debemos imitar dentro de cierto marco. Esto es esencial y de nosotros dependerá cómo será ese capitalismo de Estado” (Citado en “El vacilar de las cosas” de Juan José Sebreli – Editorial Sudamericana SA)

El capitalismo estatal es el monopolio y total predominio del Estado sobre la propiedad, sobre la economía, la educación, la cultura, etc. En definitiva, es la máxima expresión del gobierno mental y material del hombre sobre el hombre.

Debe aclararse que el socialismo o el comunismo no existieron nunca, ni existen, ni existirán, por cuanto tal utopía social es una creación propia de la mente de Karl Marx, que sus seguidores aceptan por ser una creencia de tipo religioso. Una vez que se elimina la propiedad privada, le sigue el capitalismo estatal. No hay otra cosa en el mundo real.

El marxista generalmente se “impone” en toda discusión porque compara la social ideal, perfecta (el socialismo) con cualquier sociedad real e imperfecta. Y eso que el marxista critica siempre al idealismo filosófico…..

El capitalismo estatal es un sistema esclavista similar, o quizás peor, que el feudalismo y otros sistemas del pasado. Quienes critican la “acumulación de capital, el poder y la explotación capitalista” son los que, generalmente, pretenden solucionar tales problemas mediante el capitalismo estatal, cuando en realidad acentúa y magnifica todos esos problemas.

La reciente muestra de la heredabilidad del poder, desde Fidel a Raúl Castro, y las manifestaciones de Chávez en la búsqueda de la reelección indefinida, muestran claramente actitudes sólo comparables al feudalismo de hace varios siglos atrás.

La sovietización de Venezuela marcha a buen ritmo. La dictadura del proletariado sobre la burguesía se ha de ir acentuando con los éxitos eleccionarios. El odio y la división de clases no se dan naturalmente, sino que son promovidos por los ideólogos marxistas en sus ansias de lograr el poder absoluto. La actitud de Chávez y de sus seguidores no sólo debe contemplarse desde un punto de vista ideológico o político, sino desde un punto de vista psiquiátrico.



COMUNISMO

Alexander Solyenitsin escribió respecto del régimen comunista soviético:

- Este fue el sistema que estableció los primeros campos de concentración en el mundo.
- Este fue el sistema que, por primera vez en el siglo XX, se valió de rehenes, es decir, la detención no sólo de aquel al que se persigue sino de toda su familia y la detención de gente tomada al azar para ser fusilada. El método de los rehenes y de la persecución familiar es, todavía hoy (1975), el arma más poderosa de represión porque los hombres más valientes, que no temen por sí, pueden temblar y aflojar bajo la amenaza contra su familia.
- Fue el sistema, mucho antes que el de Hitler, que introdujo las falsas citaciones de registro, así, tal o cual persona debe presentarse para registrarse, concurren y son llevados para su aniquilación. Nos faltaban entonces las técnicas necesarias para construir cámaras de gas; empleábamos barcazas; estas barcazas se llenaban de centenares y miles de hombres y se hundían.
- Fue el sistema que engañó a los trabajadores con sus decretos: el decreto referido a la tierra, el decreto de paz, el decreto sobre las fábricas, el decreto acerca de la libertad de prensa.
- Fue el sistema que aniquiló a todos los otros partidos. Y les ruego que comprendan; no se limitó a anular partidos, no los disolvió, sino que aniquiló a sus miembros; a los componentes de todos los otros partidos los aniquiló y así aniquiló a los propios partidos.
- Fue el sistema que ejecutó el genocidio de los campesinos: quince millones de campesinos fueron aniquilados.
- Fue el sistema que introdujo la esclavitud a través del así llamado “régimen de pasaportes”.
- Fue el sistema que, en plena paz, provocó artificialmente el hambre en Ucrania. Seis millones de personas murieron en Ucrania de hambre, a las puertas mismas de Europa, entre 1932 y 1933. Europa no se dio cuenta y el mundo no se dio cuenta…¡ Seis millones de personas !

(Del libro “En la lucha por la libertad” – Editorial Emecé)

Hoy el mundo libre tiene la esperanza de ver el ocaso del “último emperador”, el último representante del Imperio Soviético, Fidel Castro, si bien éste pretende que su poder sea hereditario y que la dinastía Castro se prolongue por un tiempo indefinido.

Se aducirá que hay otros imperialismos y que hay egoísmo y delincuentes económicos en todo el mundo, pero la gente decente tiene derecho a reclamar por la libertad y por la dignidad humana, y que los errores de los demás no justifican las matanzas y el encarcelamiento ocasionado a la gente decente.



LA VIOLENCIA DE UN NOBEL DE LA PAZ

Así como los argentinos nos sentimos orgullosos por los tres Premios Nobel logrados en Ciencias (Houssay, Leloir, Milstein), algunos nos sentimos avergonzados por Perez Esquivel, Premio Nobel de la Paz.

En épocas en que los marxistas produjeron, en los 70, 1.098 asesinatos y unos 20.000 atentados terroristas, luego de una exitosa campaña ideológica destinada a esos fines, el mencionado personaje sólo se dedicó a criticar la represión estatal.

En estos días, siguiendo con su apoyo a la violencia, criticó severamente al Sr. Blumberg, quien realiza una campaña para favorecer la seguridad y los derechos humanos elementales de toda la población. Tales críticas las realizaba porque Blumberg pedía, entre otras cosas, bajar la edad de la imputabilidad a los menores que realizan delitos.

Ante la peligrosidad manifiesta de muchos menores, sería adecuado separarlos de la sociedad buscando algún tipo de mejora y de adaptación social. De lo contrario, implica que varios argentinos hemos sido condenados a muerte sin que sepamos sobre quienes recaerá esa condena. Tampoco, de esa forma, se logrará insertar al menor en la sociedad.

Perez Esquivel aduce que los menores delinquen porque “han sido marginados de la sociedad”, es decir, se supone que han sido marginados de la sociedad por personas como Blumberg y no como el propio Perez Esquivel. Culpa al empresario, que es de los que dan trabajo a varias personas (desconozco la cifra), mientras que los que no dan trabajo a ninguna persona estarían libres de culpa en tal proceso de marginación.

Con sus discursos le da un mensaje violento a los marginados, no tanto por el tono o por las palabras, sino por los efectos que han de producir. Les hace ver que su marginación y su infelicidad están producidas por gente como Blumberg. La violencia social está estimulada por este personaje que hace ver que el Premio Nobel le queda demasiado grande, o que este Premio no es tan grande como imaginamos que debería ser.

En otras épocas, los marxistas usaban a jóvenes inexpertos, fáciles de convencer, como vehículos para la violencia social, ahora utilizan la propia violencia urbana tratando de encauzarla hacia la clase empresarial o hacia la clase productiva en general. De todas formas, nadie está fuera de este proceso, algo que a los marxistas poco les importa.

Es posible que el que trabaja y produce, con el tiempo, llegue a tener una aceptable posición económica. Tendrá medios económicos suficientes y creará, de esa forma, cierta “desigualdad social”. Luego se lo culpará por marginar a los que menos tienen. ¿Qué debería hacer entonces esa persona para satisfacer a los marxistas como Perez Esquivel? Si trabajar es malo, si dar trabajo es malo, entonces convendría no trabajar y ser un marginado. Luego, siendo marginado, debería descargar su violencia ante los sectores productivos de la sociedad (siguiendo los consejos del Premio Nobel de la Paz). Todo parece ser que la violencia es lo que busca el mencionado personaje.


PRONÓSTICOS DE MARX

El matemático Girolamo Cardano (1501-1576), quien presumía de ser un gran astrólogo, para demostrar ese conocimiento, predice el día de su muerte, y se suicida para cumplir con el pronóstico. Esta historia cómica y trágica a la vez, ha sido similar a la que le tocó vivir a gran parte de la humanidad durante el siglo XX.

El economista Karl Marx predice la “inevitable” llegada del comunismo, en todo el planeta, y para cumplir con ese pronóstico, fomenta las revoluciones, crea conflictos y se convierte en el principal ideólogo del odio y la violencia.

La ciencia tiene por objetivo descubrir leyes verificables en el presente, y que, en caso de ser acertadas, es posible que permitan predecir hechos futuros, o nuevas leyes. Pero la ciencia no tiene como objetivo predecir hechos individuales como el suicidio de una persona o el triunfo del marxismo a nivel planetario.

Si bien no se le puede exigir a ninguna teoría sociológica que sea tan acertada como para predecir con éxito el futuro, al menos se le debe exigir que describa los verdaderos vínculos entre causas y efectos que se producen en toda sociedad. Sin embargo, la ideología de Marx establece las “causas sociales” que llevarán a las sociedades a la violencia y a la revolución, encaminadas hacia el cumplimiento del “inevitable triunfo del comunismo”.

Este gran absurdo, ha dominado el pensamiento de muchos países y ha costado decenas de millones de víctimas inocentes. La falsedad de su método puede sintetizarse en su expresión: “Hasta ahora los filósofos han explicado el mundo, desde ahora debemos transformarlo”. Al mundo podemos cambiarlo si previamente hemos encontrado leyes naturales evidentes, o verificables, de lo contrario se establece el gobierno del hombre sobre el hombre, o el predominio de la voluntad de Marx sobre toda la humanidad.

Ante el gran sufrimiento que produjo el odio marxista, se lo ha dejado de lado en la mayoría de los países que alguna vez fueron engañados por el absurdo. Sin embargo, aún hoy vemos en los libros de sociología el nombre de quien usó un disfraz científico para engañar a los menos precavidos. Ya es hora que, en la historia, ocupe el lugar que le corresponde.


CONQUISTAS SOCIALES

En épocas de Gengis Kan, luego de que los mongoles vencieran a los chinos, lo habitual en la época era la eliminación del bando perdedor. Entonces intervino uno de sus ayudantes y le sugiere al jefe mongol la posibilidad de hacer trabajar a los chinos en su beneficio en lugar de matarlos. Ello condujo a una gran mejora social; la esclavitud, en lugar de la muerte. Con el tiempo, se logra otra conquista social importante: la libertad, en lugar de la esclavitud forzada.

En nuestras épocas, hasta hace poco existió algo similar a la esclavitud forzada, tal el caso de los países comunistas. Entonces aparecieron algunos marxistas brillantes que vieron que a los hombres se les podía dar libertad, para que produjeran y crecieran libremente, pero que aportaran impuestos en proporción a sus ganancias. Habían redescubierto la economía de mercado, aunque mantenían el poder estatal y los beneficios de la clase privilegiada.

Permitieron así que muchos millones de personas comenzaran a adaptarse a una nueva forma de vida, que por cierto no fue una adaptación fácil. Tanto en Rusia como en China se notaron los cambios, especialmente en este último caso, ya que la capacidad laboral de los chinos podrá ahora manifestarse logrando resultados antes inimaginados.

La China actual es un gobierno comunista con economía de mercado, es decir, sigue teniendo el nombre de comunista, en el sentido de que mantiene los beneficios de la clase dominante, pero en la propia constitución se aprobó la existencia de la propiedad privada por un mayoritario 99 % de votos en el parlamento chino. De esta forma, los comunistas cumplen con sus deseos de poder, pero dejan vivir en libertad a las clases dominadas. Todo un progreso social en estas épocas.


Y LA BURGUESÍA NO SE MUERE….

Si bien el título del presente escrito es sólo una frase fuera de contexto, es una muestra de la prédica cotidiana que el televidente recibe de ideólogos marxistas. Este es el caso del filósofo José Pablo Feinmann quien utiliza nada menos que un canal televisivo del Ministerio de Educación (Encuentro) para instigar a la división y al odio entre sectores. La frase anterior fue pronunciada por tal personaje.

A cada tanto afirma que lo que tiene la burguesía se lo ha sacado a los pobres, descartando la posibilidad de que algunos trabajen arduamente y otros no lo hagan. De ahí que, según la versión marxista de la realidad, debe existir una “justa venganza” desde el proletariado hacia la burguesía hasta que se produzca la “triunfal llegada del socialismo”.

Gran parte de la población contempla a diario, con indignación, cómo son asesinadas personas comunes por parte de los marginados por el odio. Justamente, la prédica marxista, en lugar de promover la mejora individual, alienta el odio buscando culpables exteriores, e inocentes, a los distintos problemas individuales y familiares.

Una persona que transita por el camino de la delincuencia, sufre la peor marginación posible, porque el resto de la población le temerá como si se tratase de una bestia peligrosa, y su reinserción social será muy dificultosa. Sin embargo, desde el propio Ministerio de Educación se promueve ese tipo de marginación aunque se diga a cada rato que el marginador es la persona decente y trabajadora.

Mientras que los nazis repetían miles de veces que la culpa de todos los males estaba en los judíos, hasta que ocurrió la barbarie por todos conocida, los marxistas repiten miles de veces que la culpa de todos los males está en la burguesía, que ahora está materializada principalmente en el empresariado. De ahí que no es de extrañar que esa prédica haya producido aún más víctimas que las ocasionadas por el nazismo. Y es la prédica que favorece actualmente la violencia urbana.

Mientras que en otras épocas había jóvenes que preferían trabajar en vez de estudiar, en la actualidad se prohíbe el trabajo de los menores principalmente para “no ser explotados laboralmente”. Este tipo de marginación adicional hace que unos 800.000 adolescentes de todo el país no trabajen ni estudien, y se ubican a un paso de la delincuencia. Como se supone que es la “burguesía y el sistema capitalista” el culpable de toda violencia, se exime de culpa a todo delincuente y de ahí el apoyo adicional a la violencia urbana.

Incluso en televisión vemos algunos marxistas disfrazados de cristianos, como es el caso del “sacerdote” Vicente Reale, que alaba a los gobiernos izquierdistas de Sudamérica por lograr “la identidad” de la región. Posiblemente esté satisfecho con los 6.700 millones de dólares que Hugo Chávez gastó en armamentos y con la escalada militar que parece avecinarse por estos países. Si tuviera un poco de dignidad sacerdotal, tendría en cuenta los 8.000 curas y monjas asesinados por los marxistas (republicanos) durante la Guerra Civil española.

Mientras que se reclama, desde la sociedad, una mejora a partir de la educación, a uno le queda la duda de la posible influencia que ha de tener un maestro en cuanto la propia Presidente considera a Eva Perón, Maradona y el Che Guevara como los personajes representativos de la Argentina; como “héroes nacionales”. De ahí que, si un adolescente lee acerca de la vida del Che Guevara, no sería nada extraño que adquiriera un arma y se pusiera a matar “burgueses”, quizá así algún día llegará a los 200 asesinatos, como fue el caso de su “ídolo”, y en el futuro podrá ser admirado en todo el mundo.

Así como el judío siempre ha temido a los nazis, por cuanto ha sido por ellos agredido en forma psicológica y material, el cristiano siempre ha temido al marxista (o debe temerle si no lo advirtió), por cuanto siempre ha sido por él agredido en forma psicológica y material.

Los ideólogos marxistas son el primer eslabón de la cadena de la violencia, como la ocurrida en la década de los setenta. Si se atribuye al egoísmo empresarial la “explotación del trabajador”, debemos también atribuir a la maldad del marxista tratar de usarlos y marginarlos de la sociedad llenando sus mentes y sus corazones de odio e instigándolos a la violencia.



ACERCA DEL MARXISMO

Por Karl R. Popper

“El ataque del marxismo a nuestra civilización occidental ha sido objeto de estudio de mi parte. La Revolución de Lenín y Trotsky de septiembre de 1917 marcó el comienzo de ese ataque. Su fracaso lo hemos experimentado todos los que estamos aquí como testigos de una época”.

“La victoria del marxismo en Rusia y las enormes sumas que los comunistas habían dedicado para fines de propaganda y para la organización de la revolución mundial, habían conducido por todas partes en Occidente a una polarización política radical entre izquierdas y derechas. Esta polarización preparó el camino al fascismo –primero en Italia bajo Mussolini, cuya política la copiaron enseguida movimientos fascistas en otros países, sobre todo en Alemania y Austria- y en determinadas regiones a la guerra civil, a una guerra civil muy unilateral, puesto que se llevó a cabo sobre todo por parte de los terroristas de derechas”.

“Por consiguiente, se desarrolló la siguiente situación: al Este, en particular la Unión Soviética, se encontraba bajo el dominio dictatorial de un marxismo sin escrúpulos, que se apoyaba en una poderosa ideología y en un inagotable arsenal de mentiras. El Oeste estaba continuamente amenazado por una violencia potencial (pero raramente real) procedente de las activas fuerzas de izquierda, que tenían detrás de ellas el influjo de los partidos marxistas, la propaganda y la fascinación ejercida por el poder de Rusia., así como la esperanza en la consecución de una sociedad socialista. Esto provocaba en la derecha una contraviolencia real y fortalecía así a los fascistas. Alemania, Austria y la parte sur de Europa alcanzaron el fascismo en vista de que se había agudizado la polarización entre las izquierdas y las derechas. En la cruenta Guerra Civil en España, que en última instancia significaba para los soviets y para los nazis alemanes un experimento en la moderna forma de hacer la guerra, esta polarización alcanzó su punto más álgido”

“Mi teoría para estos grandes y significativos acontecimientos de los que fuimos testigos a partir de 1989 y cuyo fin todavía no se adivina, mi teoría de la enfermedad que condujo a la muerte del marxismo, se puede resumir en la siguiente fórmula:

El marxismo ha muerto de marxismo.

O, más exactamente dicho: el poder marxista ha muerto por la esterilidad de la teoría marxista. Puede ser que la teoría marxista, la ideología marxista, fuera muy inteligente, pero corría en sentido contrario a los hechos de la historia y de la vida social; se trataba de una teoría sumamente errónea y muy altanera. Y se disimulaban sus muchas fallas, sus cuantiosos errores teóricos con innumerables pequeños embustes y también con grandes mentiras. Las mentiras defendidas con un ejercicio del poder brutal y con la violencia se convirtieron muy pronto en la moneda intelectual corriente de la clase comunista que gobernaba con poder dictatorial en Rusia y de la ambiciosa clase de los dictadores con altas aspiraciones de fuera de Rusia”.

“Este universo de mentiras se contrajo en un agujero negro intelectual. Como ustedes saben, un agujero negro dispone de una fuerza ilimitada para tragarse todo, para destruirlo, para reducirlo a la nada. La diferencia entre verdad y mentira se desdibujó. El vacío espiritual terminó por devorarse a sí mismo. Consiguientemente, el marxismo ha muerto de marxismo, y, para ser exactos, ya hace largo tiempo. Sin embargo, me temo que millones de marxistas se aferrarán a él tanto en el Este como en el Oeste. De la misma manera en que lo han hecho siempre hasta la fecha, sin tener en cuenta lo que suceda en el mundo real: los hechos se pueden ignorar o dejar de explicar”.

“Voy a intentar desarrollar un poco más vivazmente mi discurso, contándoles una historia de mi primera juventud: cómo me hice marxista –o estuve muy cerca de serlo-, y cómo se explica que me transformara para el resto de mi vida en un antagonista del marxismo”.

“Ahora quisiera describir esta trampa ideológica y finalmente relatar cómo me escapé de ella: para estos fueron decisivas la conmoción moral que me produjo una horrible experiencia, y una enorme repugnancia moral”.

“La teoría marxista, o la ideología marxista, tiene varios aspectos, pero el más importante con mucho es el siguiente: se trata de una teoría de la historia que al parecer está en situación de predecir con certeza absoluta y científica (aunque también sólo a grandes rasgos) el futuro de la humanidad. Expresado con más exactitud, sostiene poder predecir una revolución social de la misma manera que la astronomía newtoniana puede predecir un eclipse de sol o de luna. Marx fundamentó su teoría sobre el siguiente conocimiento fundamental: «La historia de todas las sociedades hasta la fecha es la historia de la lucha de clases»”

“En 1847 Marx anunciaba por primera vez, al final de su libro La miseria de la filosofía, que la lucha de clases tiene que culminar en una revolución social, y que ésta conduce a la instauración de una sociedad sin clases o comunista. Su argumentación era muy breve: puesto que la clase trabajadora (el «proletariado») es hoy como ayer la única clase oprimida, aparte de que representa a la única clase productiva y, además, es la clase a la que pertenece la gran mayoría, tiene que llevar necesariamente las de ganar”.

“Y puesto que la historia es la historia de la lucha de clases, esto significará el final de la historia. No habrá ninguna guerra más a partir de esa culminación, ni ninguna lucha, ni violencia ni opresión; el poder del Estado se reducirá a la nada. O expresado en términos religiosos: será el cielo sobre la tierra”.

“Los trabajadores de todos los países se unirán y la revolución social conducirá a la victoria. El capitalismo será destruido junto con sus capitalistas, éstos serán liquidados, y habrá paz sobre la tierra”

“Yo era desde el principio escéptico de alguna manera respecto a lo referente al paraíso que debía seguir a la revolución. Naturalmente, me desagradaba la sociedad de entonces en Austria, marcada por el hambre, la pobreza, el paro y la inflación galopante, tanto como por los especuladores de mercancías que conseguían sacar provecho de todo esto. No obstante, me intranquilizaba la patente intención del Partido de despertar en sus seguidores un instinto en mi opinión asesino contra el «enemigo de clase». Pero se me explicó que esto era necesario y que en cualquier caso no se pensaba demasiado en serio; en una revolución cuenta únicamente la victoria, puesto que bajo las condiciones del capitalismo se asesinarían cada día más trabajadores que en el curso de toda la revolución. Me quedé conforme con ello de mala gana, sin poder deshacerme del sentimiento de tener que pagar un alto precio en lo concerniente a mi credibilidad moral. Y además estaban las mentiras superiores del Partido”.

“Era obvio que decían un día una cosa y al día siguiente justo lo contrario y un día más tarde de nuevo algo totalmente distinto. A modo de ejemplo, primero negaban el Terror Rojo, para poco después afirmar que era necesario. Cuando protesté, me hicieron saber que estas contradicciones eran necesarias y no se debían criticar, puesto que la unidad del Partido era de una importancia decisiva para el éxito de la revolución. Podía ser, claro, que se cometieran errores, pero no estaba permitido denunciarlos públicamente: la lealtad a la línea del Partido tenía que ser absoluta. Pues sólo la disciplina del Partido podría acarrear más rápidamente la victoria. Y por más que yo aceptaba esto de mala gana, tenía el sentimiento de estar sacrificando al Partido algo así como mi integridad personal”.

“Y entonces sucedió la catástrofe: un día de junio de 1919 unos policías abrieron fuego sobre una manifestación de jóvenes camaradas desarmados respaldada por el Partido, y hubo algunos muertos (ocho, si mal no recuerdo). Yo estaba indignado con el proceder de la policía, pero también conmigo mismo”. “Me sentía responsable por ellos y la conclusión a la que llegué fue la siguiente: ciertamente tenía derecho a poner en juego mi vida por mis ideales. Pero, con seguridad, no tenía derecho a animar a otros para que arriesgaran su vida por mis ideales y todavía mucho menos por una teoría como el marxismo, cuya verdad posiblemente se podía poner en duda”

“Pero cuando llegué a la central del Partido me encontré con una actitud muy distinta: la revolución exigía semejantes víctimas; eran inevitables. Por lo demás, esto significaba un progreso, pues hacía que los trabajadores se enfurecieran cada vez más con la policía y velaba porque aquéllos tomaran conciencia del enemigo de clase…… No volví nunca más allí; me había escapado de la trampa marxista”.

“El capitalismo, en el sentido de Marx, ya no existe. La sociedad que Marx conocía ha pasado por grandes, mejor dicho, grandiosas revoluciones. El trabajo manual insoportablemente duro y agotador de antaño, que tenían que ejecutar millones de hombres y todavía más mujeres, ha desaparecido. Yo la he visto todavía [a esa sociedad], con mis propios ojos; y nadie que no la haya presenciado por sí mismo, puede hacerse una idea clara de la transformación radical que ha tenido lugar: de hecho, una revolución que tenemos que agradecer al tan denostado progreso de la tecnología”.

“Un «capitalismo» en el sentido histórico, en el que Marx empleaba el término, no ha existido nunca en este mundo: nunca ha existido una sociedad con una tendencia inherente en el sentido de la Ley de depauperización creciente de Marx o con una dictadura secreta de los capitalistas. Todo esto era y es puro autoengaño. Concedido, la vida al comienzo de la industrialización era enormemente dura. Pero industrialización significaba también productividad creciente y enseguida producción en masa. Obviamente, la producción en masa encontró finalmente su camino también hacia las masas. La interpretación histórica de Marx junto con su profecía no sólo es falsa –es imposible: no se puede producir algo de forma masiva, que según su doctrina esté predestinado para los cada vez menos numerosos ricos capitalistas. Por consiguiente, es un hecho: el capitalismo de Marx es un constructo mental imposible, una quimera”.

“Para destruir esta quimera, la Unión Soviética reunió sin embargo un arsenal de armas sin precedentes hasta la fecha, incluidas armas atómicas, en una magnitud que calculando equivale aproximadamente a 50 millones o todavía más de bombas-Hiroshima. Todo esto para aniquilar un infierno imaginario a causa de su supuesta inhumanidad. Ciertamente, la realidad no era celestial –pero mucho más próxima al cielo que la realidad comunista”.

(Extractos de “Consideraciones sobre el colapso del comunismo” en el libro “La responsabilidad de vivir” de Ediciones Altaya SA)


¿LA HISTORIA LO ABSOLVERÁ?

En Cuba, bajo el dominio del capitalismo estatal, cada familia puede recibir un jabón mensual, en forma alternativa, de lavar ropa o de tocador, según afirma una periodista de C5N. Cada grupo familiar dispone de uno o dos lámparas eléctricas que debe ir cambiando de habitación en habitación. Cada individuo puede comer sólo aquello que está en su tarjeta de racionamiento. Cuba es todavía una cárcel soviética, con sus ventajas y desventajas respecto de una sociedad libre.

El propio Fidel Castro ha acusado a la médica Hilda Molina de “buscar ser propietaria”. Recordemos que la mencionada médica no ha podido salir de Cuba para visitar y conocer a sus nietos que viven en la Argentina. Fidel Castro, el amo absoluto de Cuba, debería contemplar la posibilidad de que los cubanos puedan ser propietarios, de manera de poder trabajar con más entusiasmo en lugar de tener que sacrificarse, día a día, en función de la única empresa que todo lo domina: el Estado.

Muchas familias han quedado separadas debido a la salida de cubanos al exterior y a las dificultades que tienen para entrar o salir del país. Si se buscan los defectos del capitalismo, podemos observar el caso de Cuba, ya que el capitalismo estatal acentúa todos los errores atribuidos al capitalismo privado.

El miedo domina a los cubanos, que tienen que fingir sus opiniones ante la severa custodia de los integrantes del Partido dominante. Estos les indican qué comer, qué pensar, qué leer, qué hacer. La esclavitud no sólo debe asociarse al cuerpo, sino también a la mente. Sólo pueden utilizar una hora semanal (¿o mensual?) en Internet y no más del 1% de la población tiene teléfono celular, lo que impide cualquier tipo de reunión de opositores al régimen.

Existe, sin embargo, un tipo psicológico, el del “libertador marxista-leninista”, que personificado en Fidel Castro, nos da una enseñanza que las actuales y futuras generaciones deben tener presente, sobre todo para no caer bajo la influencia de sus mentiras y de sus desmedidas ansias de poder.

Víctor Massuh escribió al respecto:

“El libertador marxista-leninista: Ha tomado el poder envilecido por un tiranuelo y lo acompañó la simpatía de toda América. Su triunfo fue una saludable algarabía juvenil que presagiaba el reino del pluralismo y la libertad. Pero el liberador tenía otros planes: adopta el marxismo-leninismo como doctrina del Estado, instaura el partido único, la prensa uniforme y el gobierno unipersonal.

Estatiza la economía; transita los caminos del socialismo pero sólo alcanza a socializar el hambre, la privación y la pérdida de la libertad. En nombre de la paz levanta un ejército poderoso y desproporcionado con las medidas de su pequeño país. La tierra alegre y musical se convierte en una cárcel.

La algarabía revolucionaria concluye en la instauración del régimen militar más estable y prolongado de América Latina. Al pueblo le faltará alimentos y viviendas, pero no discursos que el liberador castrense pronunciará por largas horas ante una plaza colmada de estribillos. Pero hay algo que lo singulariza sobre todas las cosas: su generosa preocupación por liberar otros países. Esta es su obsesión, su misión sagrada, su única coherencia: la casa ajena.

Aconseja copiosamente a los mandatarios extranjeros sobre lo que deben hacer en sus propias tierras; mejor aún si completa estos consejos con el envío de expedicionarios. Su ideal es contar con un ejército interminable disperso por el mundo, liberando incansablemente.

Se diría que esta vocación por lo ajeno acaso enmascare una verdadera desaprensión por la propia casa sumida en el atraso y la pobreza. Tan hábil para entrar de modo subrepticio en países distantes y pontificar sobre lo que les conviene, por las buenas o por las malas, pero tan inhábil en el propio país: no sabe qué hacer con una economía que al cabo de dos décadas (escrito en 1978) sigue a los tumbos y se obstina en no adecuarse a sus recetas razonables”

(De “Ideología de la liberación” – Academia Nacional de Ciencias – Buenos Aires)